Lena Jorquera
Los Jaivas interpretaron algunos de sus temas emblemáticos en el acto con el que el presidente Piñera agasajó a Obama en su reciente visita a Chile. Desde la izquierda se alzaron algunas voces indignadas que vieron en ese episodio una traición. “Se vendieron” fue lo más suave que se les dijo a través de las redes sociales. Desde los Jaivas, uno de sus integrantes respondió con una hiperbólica carta (después el grupo emitió una declaración, precisando su posición frente a lo ocurrido). ¿De qué se trata todo esto?
Aventuramos una respuesta: se trata de un antiguo malentendido entre la izquierda pura y madura y la cultura de raíz jipi de la izquierda arcoiris. Viene de lejos este malentendido: ya en los tiempos de la Unidad Popular corrían por su propio carril manifestaciones de esta última: el mítico Piedra Roja (suerte de Woodstock the chilean way); grupos como Los Blops y Congreso y … Los Jaivas, claro. No se los puede incluir así no más en la “nueva canción chilena”, esa que va desde Violeta Parra a Víctor Jara y que reúne a los Quila y al Inti, entre muchos otros. Pero, en ningún caso, se oponen a ella.
La cultura de raíz jipi de la izquierda arcoiris también se volcaba hacia los instrumentos andinos, el pelo largo y el poncho pero le agregaba una dosis de rock, marihuana y sicodelia. Mezcla, esta última, rechazada por los izquierdistas puros y maduros. Alienación, decían. Pro yankis. Mentes colonizadas por el imperialismo.
Fueron Los Jaivas precisamente los que escandalizaron a esa izquierda representada en el diario Clarín de la época. En el fondo del archivo de la memoria de la UP, se encuentra el recuerdo de una portada de dicho diario que anunciaba que Los Jaivas habían sido sorprendidos en una “orgía”. Sin ropa habrían arrancado por los techos vecinos. La realidad era bastante más simple y más compleja a la vez: Los Jaivas ensayaban un estilo de vida que a su manera era “revolucionario”, pero, ciertamente, no en el sentido en que la cultura UP entendía el término. Ese estilo de vida incluía propuestas como vivir en comunidad—cuestión que ensayaron Los Jaivas, en el Chile de la revolución con empanadas y vino tinto, y que continuaron ensayando en su exilio en Argentina y en Francia.
Se exiliaron solos, alegará más de alguien. Pues bien, así como a veces se usa el término “exilio económico” para nombrar la experiencia de abandonar el país “obligado” por la situación económica, cabe hablar de un “exilio cultural”: aquel que se realiza cuando las condiciones culturales hacen imposible (o extremadamente difícil) la vida según los propios valores. Algo de eso tuvo el exilio de Los Jaivas: no era la dictadura contexto apropiado para la vida en comunidad, el nudismo, los instrumentos andinos y una ideología que si bien no hablaba de las clases sociales, se identificaba con los pueblos originarios e incipientes atisbos de una conciencia ecológica, valoraba la vida sencilla, y celebraba la naturaleza y la hermandad entre los seres humanos, todo esto integrado en una visión cósmica. Cosas así.
Después del golpe militar de 1973 la cultura de la izquierda que se identificaba con la nueva canción chilena fue arrasada, desaparecida, se hizo clandestina. La cultura de raíz jipi pudo sobrevivir un poco mejor (aunque a los militares les cargara el pelo largo). Expresaba una disidencia cultural (a falta de toda posibilidad de disentir políticamente).
En ese contexto, en 1975, en la más plena desolación no sólo cultural pero también cultural, fue un respiro poder traer desde Argentina el LP conocido como “el disco del indio”, por la imagen de su carátula. Las letras no hablaban de política por más que quisiéramos forzar una interpretación metafórica de ellas. Pero el sonido nos trasladaba a otro tiempo. La mezcla rock-música andina no pegaba con la cultura de la dictadura. No era necesario que sus letras lo dijeran. Años después, 1981, la producción de Alturas de Machu Picchu atravesó el apagón cultural e hizo circular los versos de Neruda en el cercado espacio cultural del Chile de la época. La trasmisión televisiva de su interpretación de dicha obra en las ruinas de Machu Picchu constituyó, sin lugar a dudas, un hito.
El caso es que Los Jaivas, más allá, quizás, de sus propias intenciones, se constituyeron en una referencia identitaria para muchos izquierdistas que andaban por ahí, desperdigados y buscando a tientas reconocerse como tales en un contexto altamente desfavorable para dicho reconocimiento.
A esta altura debería estar claro que Los Jaivas, al cantar sus temas frente a Piñera y sus invitados, no traicionaron a la izquierda (pura y madura) porque en realidad nunca pertenecieron del todo a ella. Su matriz cultural no es la misma que aquella desde la cual su participación en el acto aquel fue vista como “traición”. Se trata de matrices culturales vecinas, en todo caso. Pero una línea las separa: para los más ortodoxos de ambos bandos, los otros se ven, o bien como “alienados”, o bien como “cuadrados”, según donde se ubique el ortodoxo en cuestión. Por el contrario, en la frontera entre ambas matrices culturales ha existido siempre un abundante y rico intercambio. En esa frontera han (sobre)vivido también algunos/as heterodoxos/as.
Ahora, año 2011, Los Jaivas celebran e invitan a celebrar con ellos los 30 años de su musicalización de Alturas de Machu Pichu. Inician en estos días una gira mundial que acaban de dar por empezada con un concierto en el teatro Nescafé de las Artes, en Santiago, donde junto con una selección de temas de la obra celebrada, interpretaron sus temas más conocidos. ¿Quiénes constituyen su público hoy? Difícil precisarlo a simple vista. Mucha gente joven que quizás ni conoce la larga historia del grupo. También, claro, algunos/as mayores que sí la conocen y no piensan ni remotamente dejar de entonar, a voz en cuello, “no cambiaré, mi destino es resistir esta civilización de poder y de ambición” o “tu pelito y tus ojos de miel” o “suaves caricias, tiernos desvelos”.
Ver discografía de Los Jaivas (para hacer memoria)
No hay comentarios:
Publicar un comentario